Artículo Original: El poder de la educación en el futuro del mundo
En su informe anual de la organización Goalkeepers se evalúa el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Entre las conclusiones esperadas se encuentra la predicción de que para 2050, casi el 90 por ciento de la pobreza mundial se concentrará en el África subsahariana, y dos tercios de las personas más pobres del mundo vivirán en solo diez países. Desafortunadamente, algunas agencias de ayuda tienden a evitar estados frágiles por temor a que sus recursos se desperdicien. Actualmente, menos de una cuarta parte de la ayuda programable de los países de la OCDE se asigna a estos países. Lo mejor de todo es que sabemos por dónde empezar: invirtiendo más en capital humano y especialmente en educación. Según el informe de Goalkeepers, el número de niños matriculados en la escuela primaria en África aumentó de 60 millones en 2000 a unos 250 millones en la actualidad, y la tasa de crecimiento fue igual para niños y niñas. Pero mientras más niños asisten a clases, la calidad de la escuela sigue siendo desigual. El desafío ahora es garantizar que todos los niños, incluidos los que están en la escuela, en todos los grados, aprendan toda la gama de habilidades que necesitan para prosperar. Según la Unesco, más de la mitad de todos los niños y adolescentes del mundo nunca desarrollan competencias básicas cruciales y acabarán convertiendose en aprendices de por vida. La educación secundaria ayuda a los adolescentes a prepararse para el mercado laboral. Para tener éxito en este nivel, los estudiantes deben lograr una competencia mínima en lectura, matemáticas y numerosas habilidades no cognitivas. Pero incluso aquí, los resultados educativos son decepcionantes. En los países de bajos ingresos, nueve de cada diez jóvenes carecen de un nivel básico de competencia en la educación secundaria en un conjunto de habilidades esenciales, que van desde la alfabetización y el pensamiento crítico hasta las matemáticas, y la resolución de problemas. Solo en el África subsahariana, se estima que 200 millones de jóvenes (alrededor del 90% de la población de la escuela primaria y secundaria inferior) no pueden leer textos básicos. Un estudio de 2008 encontró que la calidad del sistema educativo de un país -y las capacidades cognitivas de sus graduados- influye positivamente en el crecimiento económico. Ese solo hecho debería ser suficiente para convencer a los Estados subdesarrollados de que inviertan en ampliar el acceso a una educación de calidad. Pero hay otros beneficios más indirectos, especialmente para las mujeres y las niñas. Para empezar, las mujeres mejor educadas retrasan el embarazo y generalmente tienen familias más pequeñas. Los expertos en desarrollo, los demógrafos y los defensores de la educación reconocen que en muchas partes del mundo, el empoderamiento femenino es proporcional al tamaño de la familia. Otra investigación ha encontrado que una mujer con cero años de escolaridad tendrá, en promedio, de cuatro a cinco hijos más que una mujer con al menos 12 años de escolaridad. El Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (International Institute for Applied Systems Analysis) ha proyectado que si todas las niñas del mundo completaran la educación secundaria, las tasas de fecundidad disminuirían y el crecimiento de la población mundial se reduciría en hasta dos mil millones para 2045, y más de cinco mil millones en 2100. Esta desaceleración sería aún mayor si los 214 millones de mujeres de todo el mundo que desean evitar un embarazo pero no pueden adquirir anticonceptivos pudieran acceder a los servicios de planificación familiar. No es coincidencia que muchas de estas mujeres vivan en países donde menos niñas que niños asisten a la escuela. En términos medioambientales en conjunto, la escolarización y la planificación familiar podrían traducirse en una reducción de 120 gigatoneladas en las emisiones de dióxido de carbono en las próximas tres décadas, ya que cada vez menos personas consumen menos recursos. No es sorprendente que ecologistas como Paul Hawken crean que la educación y la educación de las niñas en particular es uno de los pasos más efectivos que el mundo puede tomar para combatir el cambio climático. Entre las solucionesplanteadas al cambio climático, pocas son tan efectivas como la educación de calidad.